El Día que el Sol No Se Movió

En el corazón del colorido y curioso vecindario de Welcome Home, todo comienza como cualquier otro día: brillante, pintoresco y absolutamente perfecto.
Los árboles bailaban suavemente con la brisa, los arbustos sonreían con formas redondeadas y bien podadas, y el césped frente a la casa de Wally Darling lucía exactamente como debía: impecable, suave, verde, como si nadie lo hubiera pisado jamás.
Como si nunca nadie lo hubiera dejado de mirar.
Julie Joyful fue la primera en salir esa mañana, como de costumbre, con su voz alegre y energía contagiosa.
—¡Buen día, vecinos! ¡Qué hermoso sol tenemos hoy! —gritó con entusiasmo, extendiendo los brazos al cielo azul intenso.
Barnaby Beagle, siempre risueño, ya estaba tumbado sobre la hierba con una sonrisa de oreja a oreja, escuchando una de sus propias bromas antes de contársela a alguien.
—¿El sol? ¡Oh sí! Hoy parece especialmente brillante. Casi… demasiado brillante, ¿no te parece, Wally?
Wally Darling, el siempre sonriente y silencioso anfitrión del vecindario, estaba justo en su jardín. Como siempre, observaba.
No hablaba mucho, pero todos sabían que él notaba más de lo que parecía.
Miraba hacia arriba. Al sol.
Frank Frankly apareció con un libro bajo el brazo y un gesto preocupado.
—El reloj de la biblioteca se ha detenido… ¿no es extraño? Estaba funcionando perfectamente anoche. Y ahora… nada.
Julie se rió.
—¡Tal vez el sol también quiere una siesta!
Pero Wally seguía mirando. Sin pestañear. Su sonrisa permanecía quieta, del mismo modo que el sol.
Pasó una hora. Luego dos. El sol no se movía.
El vecindario de Welcome Home, tan perfecto y coreografiado, comenzaba a sentirse… estático.
Poppy Partridge salió de su cocina, con harina en las plumas y una bandeja de galletas recién horneadas.
—¿Alguien quiere probarlas? Están aún calientes… aunque, con este calor del sol, quizá no duren mucho.
Howdy Pillar caminó hasta la acera, entrecerrando los ojos mientras miraba al cielo.
—¿No se supone que a esta hora ya deberíamos tener sombra en este lado de la calle?
El reloj de Eddie Dear giraba en su muñeca. Literalmente giraba. Las manecillas daban vueltas sin sentido, como si el tiempo hubiera decidido soltarse de su eje.
Nadie lo decía en voz alta, pero todos sentían lo mismo: algo estaba mal.
Wally Darling no se había movido de su sitio. Estaba en su jardín, como una estatua, mirando al cielo inmóvil. Su expresión no había cambiado. Su sonrisa, tampoco.
Fue Julie quien finalmente se acercó.
—Wally… ¿estás bien? ¿Qué estás mirando?
Silencio.
Luego, su voz suave, más baja que el viento.
—Él me está mirando.
Julie parpadeó, algo sorprendida.
—¿Quién?
—El sol.
Poppy dejó caer una bandeja. Barnaby dejó de reír. Frank dejó de hablar.
Eddie levantó la mirada.
—¿Dices que el sol… te está mirando?
Wally asintió con lentitud, sin quitar los ojos del cielo.
Julie se rió, pero sonaba un poco nerviosa.
—¡Oh, Wally! Siempre con tus bromas silenciosas. ¡Qué imaginación tan brillante tienes!
Wally no respondió. Solo sonreía. Como siempre.
Solo que esta vez, su sonrisa parecía… más fija.
Pasaron las horas, pero el sol seguía allí. No se movía.
Los personajes de Welcome Home comenzaron a actuar diferente. Algunos hablaban menos. Otros no querían salir de casa. Las plantas se marchitaban a pesar del calor.
La casa de Wally Darling parecía la única que no cambiaba. Siempre limpia, siempre perfecta. Siempre… vigilante.
Una noche falsa cayó. No porque el sol bajara, sino porque todos cerraron sus ventanas al mismo tiempo.
Esa noche, nadie habló.
Al día siguiente, Wally seguía en el mismo lugar.
Julie se sentó a su lado, en una piedra plana que a veces usaban para ver pasar las nubes.
—¿Aún te está mirando?
Wally no respondió.
El sol tampoco.
🧠 Reflexión del Vecindario:
En el mundo perfecto de Welcome Home, no todo es lo que parece. Detrás de cada sonrisa y cada casita bien pintada, se esconden secretos que solo los más atentos pueden notar. Wally Darling, con su mirada tranquila y presencia constante, parece saber más de lo que dice. O tal vez, simplemente escucha algo que los demás no pueden oír.
Raquel — :
Me a gustado mucho está historia
Juanma A — :
La historia de wally continua