La Llamada que Nadie Atendió

Posted by Wally Drling in Historias

Las noches en Welcome Home solían ser predecibles, cómodas, casi rituales. Cada vecino tenía su horario, y hasta los sonidos del barrio parecían seguir un guion escrito de antemano: el chasquido de los grillos, las luces de la farola encendiéndose justo antes de la cena, el tintineo de las ventanas al cerrarse.

Julie Joyful amaba esa rutina. Le daba seguridad. Pero aquella noche, un ruido la obligó a detenerse en seco: el timbre insistente de un teléfono, resonando desde la casa vacía de Barnaby Beagle.

Barnaby estaba de viaje, todos lo sabían. Había dejado su casa cerrada con llave. Nadie debía estar allí. Y sin embargo, el timbre seguía, agudo, incesante.

Julie tragó saliva y se acercó.
—¿Hola? —llamó, intentando sonar alegre, aunque sus plumas temblaban.

La ventana del salón dejó escapar un parpadeo de luz. Y entonces, casi como si la casa la reconociera, la puerta se abrió sola con un gemido largo, pesado.

Dentro, todo parecía normal… hasta que vio el teléfono. Antiguo, de disco, con un cable en espiral que parecía crecer como una serpiente desde la pared. El aparato vibraba sobre la mesa, chillando en un repique monótono.

Julie extendió su garra, dudando. El aire estaba más frío ahí dentro, demasiado frío para una noche de verano.

Cuando por fin alzó el auricular, el timbre cesó. Un silencio espeso la rodeó. Y entonces… la voz.

—Julie… ¿eres tú?

Su corazón dio un vuelco. La voz era inconfundible: era Frank Frankly, el bibliotecario.

—¿Frank? ¿Qué haces aquí? —susurró.

Pero eso no tenía sentido. Frank había cerrado la biblioteca horas antes, y Julie lo había visto marcharse con sus manuscritos bajo el brazo.

La voz continuó:
—No cierres la puerta. Déjala abierta, Julie… déjala abierta.

Un escalofrío recorrió sus plumas. La puerta detrás de ella seguía entreabierta, dejando pasar un hilo de aire que parecía susurrar su nombre. Julie dejó caer el auricular, que golpeó el suelo con un clac.

El timbre murió. El silencio la envolvió de nuevo.

Y entonces, como si hubiera estado esperándola todo ese tiempo, Wally Darling apareció en el umbral.

—¿Estás bien, Julie? —preguntó con su voz suave, casi musical.

Julie asintió a medias, temblorosa.
—La voz… era Frank. Pero no puede ser Frank.

Wally inclinó la cabeza, su eterna sonrisa pintada en el rostro. Miró el teléfono caído, pero no intentó tocarlo.
—A veces, una voz no pertenece a quien la imita.

Julie abrió la boca para preguntar qué quería decir, pero Wally se dio media vuelta.
—Vamos. Es tarde.

Ella lo siguió, aunque miraba de reojo la puerta que se cerraba lentamente detrás de ellos, como si la casa hubiera decidido tragarse su secreto.


Un eco en la biblioteca

Al día siguiente, Julie no pudo resistir la curiosidad. Fue hasta la biblioteca para encontrar a Frank. Lo halló en su escritorio, revisando un tomo grueso lleno de símbolos extraños.

—Frank, ¿me llamaste anoche? —preguntó con nerviosismo.

Él levantó la vista, ajustando sus gafas.
—No. Me quedé aquí hasta tarde. ¿Por qué lo preguntas?

Julie vaciló, pero decidió contárselo todo: la llamada, la voz, la advertencia sobre la puerta. Frank frunció el ceño.

—Teléfonos antiguos, a veces… conservan ecos —dijo con cautela, como si tratara de convencerse a sí mismo—. Lo he leído. Voces que no pertenecen a nadie.

Julie negó con la cabeza.
—No era un eco. Era tu voz, Frank. Y sabía mi nombre.

Frank cerró el libro con fuerza.
—Entonces no contestes nunca más. ¿Entiendes? Lo que sea que hable… no quiere conversar. Quiere entrar.


La segunda llamada

Esa noche, mientras todos dormían, un timbre volvió a resonar en la oscuridad.

Pero esta vez, no venía de la casa de Barnaby.

Julie despertó de golpe, y con horror comprendió que el sonido venía de su propio salón.

El teléfono sonaba. Uno que ella no recordaba haber tenido nunca.

La puerta de entrada estaba abierta.

Y, desde la penumbra, una voz sonrió entre los pitidos:
—Julie… gracias por dejarme pasar.

🌙 Reflexión del Vecindario

En Welcome Home, cada puerta guarda un secreto, y cada voz que reconocemos podría no ser la que creemos.
A veces atendemos llamadas que no pedimos, abrimos puertas que no cerramos, escuchamos palabras que no nos pertenecen.
Y, en esos momentos, lo importante no es quién habla… sino quién escucha.

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